Bueno, el título de la entrada es un poco provocador, pero quiere reflejar a un tiempo el hartazgo que provoca la imparable masificación de la Dehesa del Camarate, para la que ya hay que reservar entrada en estos días de otoño, y por otro lado el deslumbramiento ante un hermano menor localizado en unos parajes donde no te lo esperas, si juzgamos por la aparente adustez del entorno cercano. Quemada tantas veces como sus vecinas del otro lado del Guadalfeo, la Sierra de Lújar se presenta desde las carreteras que la rodean como un informe domo salpicado de pinillos en dificultoso crecimiento. Por eso sorprende descubrir que sus umbrías, hacia la parte más elevada, albergan uno de los mejor conservados acerales de la provincia…
Lo que pasa es que hay que currárselo, porque esta maravilla escondida a la vista de todos (los pájaros) no desvela sus encantos hasta que no te has metido entre pecho y espalda un mínimo de 1.200m de desnivel, o 1.600 si subes con los mineros desde el comienzo del carril. Se trata éste del camino de las minas que horadan la loma al Oeste del Barranco de los Castillejos, y que en su primer tramo discurre por el fondo de este barranco. Se aborda desde un ensanchamiento al borde de la carretera entre Vélez Benaudalla y Órgiva, ya muy cerquita del tunel y puente sobre el Guadalfeo. Los más esforzados empiezan aquí, y hacen el sendero señalizado de la Ruta de los Mineros, que transcurre de inicio por inhóspitos aulagares, resultado del último gran incendio de la sierra, para luego ir entrando en materia (vegetal) por encinares de bajo porte antes de llegar a Los Pelaos, la cúpula cimera de la montaña, y luego bajar por la arista entre los barrancos del Castillejo y de las Cuevas de Camacho. Lo más bonico que se dice de esa cresta es que es difícil de bajar, tanto más cuanto que ya llevas todo el desnivel en las piernas, y poco se comenta de su riqueza botánica y paisajística. Pero si haces el camino en sentido contrario -siguiendo en esto al pionero St Pierre (ver Wikiloc)-, todo cambia y vas de frente a las bellezas del lugar (y con las piernas más frescas). También siguiendo a St Pierre, y siendo poco considerado con los bajos de mi furgoneta, yo suelo optar por ahorrarme el pateo de los casi 3 km iniciales del polvoriento carril, llevando a mi fiel Gwendoline hasta el punto en el que el camino abandona el fondo del barranco -hacia la derecha- para subir hacia las minas, como hice cuando subí el Barranco de los Castillejos.
Desde allí arranca un vetusto carrilillo por el fondo del barranco, que al cabo de unos 250m lo abandona, pero por la izquierda, subiendo hacia la loma donde se enclava la Casa Forestal del Rollo. Esta loma será la que nos lleve, directos y sin escalas, hasta el meollo de la sierra.
Dejando la casa forestal a la izquierda, el camino conduce hasta la mismísima divisoria de la loma, por la que sigue sin contemplaciones (bueno, salvo la muy estimulante de buena parte de Sierra Nevada y la Alpujarra, a la que daremos olímpicamente la espalda para mirar hacia las cimas de Lújar):
Este primer tramo de la loma alterna súbitos repechos con rellanos que nos permiten recuperar el resuello, mientras el carril se convierte en senda y vamos entretenidos con los poderosos relieves a uno y otro lado:
Hay algún momento en el que las trochas del ganado nos invitarían a mantener la cota, acercándonos al fondo del barranco. Hay que desoir esos cantos de sirena: en caso de duda, en este punto hay que acercarse de nuevo a la divisoria si no queremos enfangarnos en espesuras poco transitables. Mejor algo de roca viva que arbustos y pedregales.
Hay que decir aquí que, en lugar de ascender recto hacia los primeros repetidores para tomar el carril en primera instancia, me desvié conscientemente a la derecha -así aparece en el track-, buscando mejores visuales de la última parte del Barranco de los Castillejos. Si con ello me ahorraba algo de subeybaja, mejor; pero realmente no es así, porque luego hay que derivar a la izquierda para contornear un ramal del barranco que asciende casi hasta arriba, de modo que, salvo por las perspectivas, podéis subir en derechura hasta el carril.
Cumplida esa travesía, nos asomamos a la divisoria del cerro, apartándonos unos metros del carril:
Este rodeo de los pinos es, efectivamente, un rodeo, y el carril del otro lado, que yo imaginaba casi llano, va a resultar tener unas bajadas y repechos de fuerte pendiente, que romperán mi lusión de que «ya es todo bajada…». Dada la configuración del terreno, apostaría a que el ganado se conoce algún atajo que atraviese el cinturón de pinos y salga al carril mucho más cerca del borde de Los Castillejos. Hoy no toca, porque me apetecía mucho hacer este tramo, pero prometo buscar esa conexión algún día.
En fin, una locura. Como locura me parece el trazado del carril, que sube y baja como si no hubiera un mañana. Parece que lo de culebrear para mantener la cota no va con él. Menos mal que es precioso, con los pinos dando el toque alpino por la derecha y el encinar-aceral por la izquierda. Al final, superado el Barranco de Los Hornos desmbocamos en una penúltima loma:
El carril baja por la loma hacia la Mina de San Isidro, pero eso colocaría el Barranco de la Negra entre nosotros y nuestro destino, de forma que lo abandonamos por la derecha cuando comienza a bajar, y por huidiza senda, muy cerca de la divisoria de los Castillejos, progresaremos en busca del cortafuegos que nos acercará a las minas de esta ladera.
Total, que llego al cortafuegos y lo bajo al trote hasta el penúltimo carril que lo atraviesa, por donde sigo trotando -y tragando polvo- hacia las minas.
La última luz me da para bajar la escarihuela que atrocha la amplísima revuelta de La Maleza, pero ya no para tomar la Ruta de los Mineros, así que paso ya casi de noche junto a la Mina de Carriles (¡todavía los mineros están acabando la jornada!) y me precipito por las revueltas polvorientas del carril mientras baja al fondo del barranco, donde me espera el vehículo. Lo de polvoriento no es figura retórica: en algunos puntos es una cuarta de finísimo polvo, que pisoteo con entusiasmo en mi huida. Por suerte es de color claro, lo que me permite llegar hasta mi fiel Gwendoline sin despeñarme por algún balate. ¡Caasaa!!
1 comentario en “Umbrías de Lújar (o ¿quién necesita un Camarate?)”
Manolo Molina
Parece imposible pero cada entrada sube el nivel sobre la anterior. Es un placer disfrutar de tus magnificos reportajes. Muchas gracias por ponerlas a nuestra disposición.
Parece imposible pero cada entrada sube el nivel sobre la anterior. Es un placer disfrutar de tus magnificos reportajes. Muchas gracias por ponerlas a nuestra disposición.